El Gran Duque -La Cenicienta

Quién es Ivette?
3 min readOct 14, 2020

Desde que conocí al hijo de mi primo, supe que el niño era diferente y no cumpliría con las expectativas que su padre tenía para él.

Nietos, desde que murió su esposa es lo único en lo que pensaba el Rey. Siempre fue un hombre violento y tosco, básico como solo saben ser los hombres de privilegio.

Ahora estábamos en el baile, y este vulgar hombre rico me pide que observe como su primogénito se flechara inmediatamente de una dama para que el rey pueda tener sus preciados nietos. El mismo rey que intentará criar bien a estos y que no salgan extraños como el príncipe.

Verán, yo sé el secreto del príncipe sin que me lo susurrara como lo hacen las viejas cocineras del palacio con los secretos que se comparten. No necesité escucharlo, porque yo siempre entendí al pequeño niño que jugaba solo en su habitación, con las telas más extravagantes y caras, el mismo que robaba el maquillaje de su madre y las pelucas para jugar encerrado, porque sabía que — palabras exactas de su padre- era un comportamiento anormal y aberrante.

La dama que bailaba con él no pudo ver tras el flechazo del nuevo amor como los ojos del príncipe no le devolvía la misma mirada, si no que recorría con placer las brillantes telas del vestido, el hermoso tocado que tenía y la cutis perfecta de una doncella real.

Pero yo sí vi como apretaba la zapatilla deseando tenerla, anhelando revivir ese momento donde se perdía en el vals y los papeles de ambos se invertian.

Extrañamente acepte liderar la cacería de una mujer que no conocíamos y que desapareció en el bosque, no solo por las terribles amenazas de muerte que lanzo mi primo contra mi, sino por la desesperación que reviví al pensar en el desfile de doncellas que alguna vez me trajeron baile tras baile, cada fin de semana habría una nueva excusa para emparejarme con una mujer que nunca amaría ni desearía. La idea era mil veces peor a una muerte por decapitación.

Cuando encontré a esa mujer y puse la zapatilla de cristal en su delgado y delicado pie, por fin pude mirar su rostro, era una mujer hermosa y no pude evitar pensar que si el príncipe fuese una doncella sería tan hermosa como la joven que ahora sería su esposa por decreto real.

Luego todo pasó en un abrir y cerrar de ojos, tan pronto la bajé del carruaje el príncipe corrió emocionado a su encuentro y le preguntó por la otra zapatilla. No pudo esconder muy bien su decepción cuando supo que una se había roto.

El evento llamó a todo el pueblo y fue una boda como se esperaría de un rey, pero el príncipe no se opuso y hasta se veía sinceramente feliz, la rigidez de sus hombros se había suavizado y sonreía como si fuera un niño sin conocer la opinión de los adultos, y quizás su padre dejó pasar por esta vez el brillo labial que eligió para la ocasión.

Ahora por fin podría irse a otro castillo a jugar con los vestidos de su esposa, a robar sus pinturas y tener hijos para que su padre nunca más le pida otro favor y se muera con este perfecto final feliz.

Y aunque todos los caminos tienen atajos, el príncipe siempre se excusara con reuniones y le dirá a su esposa que llegará temprano a casa, cuando yo sé que realmente tomará el camino largo, el que lleva a un bar escondido en el bosque, donde distintos caballeros y soldados se reúnen a compartir y olvidarse del decoro en el lado oscuro del reino, donde volveremos a encontrarnos en mesas distintas, seremos cómplices de los compañeros que elegimos para la noche y nos despediremos con una seña desde la puerta.

--

--